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malditosgusanos

Síntomas de no

Dr. J. Ullera (*)

Arquean las cejas. Ellas lo negarán y sostendrán su negativa incluso bajo tortura, porque pretenden aparentar que su mente controla perfectamente a su cuerpo o, incluso, que una cosa no tiene que ver con la otra. Pero las arquean, y de qué manera. Más aún, cada vez que les sobreviene un NO, ejecutan previamente un amplio repertorio de guiños, gestos y tics que delatan sus intenciones y que me propongo describir en este artículo, para alivio del género masculino.

Me explicaré (y me implicaré): ¿Quién no ha tenido la sensación de que su señora -o su señoría- le iba a decir que no a algo? Esta intuición tiene que ver con la lectura subconsciente que hacemos de ciertos mensajes corporales que emite la mujer, sin darse cuenta, antes de que le sobrevenga una negativa a una demanda masculina (por lo general demanda lógica y aceptable). A estos mensajes anticipatorios y reveladores les llamaré en lo sucesivo “síntomas de no” aunque algunos autores convienen en denominarlos “alarma de no” (Jones y Campbell, Science, 1978), “peligro de no” (Boulangerie, Nature, 2003) o “se despertó la bestia” (Agustín Suárez, de copas, el martes pasado). El problema está en que no hacemos caso de las advertencias y, a menudo, seguimos adelante con nuestra petición, a sabiendas de que la cosa va a ir mal.

La atenta observación de varias parejas de voluntarios y la sistemática científica me han permitido aislar diversos “síntomas de no”, que expongo a través de dos casos, y que nos deben ayudar a reconducir nuestras demandas o, como mínimo, a protegernos a tiempo del escobazo.

Caso 1.

Le doy la siguiente consigna al hombre para que la repita en presencia de su señoría:

“Cariño, sé que el domingo hemos quedado con tus padres, pero he pensado que si vas tú sola hablareis más tranquilos y no os molestaré. ¿Te parece que me quede a regar el rosal?

La reacción subsiguiente es reveladora: Al oír la palabra cariño la mujer se pone en guardia tensando bíceps y tríceps y arrufando el frontispicio. Al llegar a tus padres la tensión sigue elevándose, así como el ritmo cardíaco. Las pupilas se dilatan, el ano se contrae y en la garganta se aprecia un “glups” significativo. Los acontecimientos se precipitan al llegar al tú sola, momento en que la mujer ya ha adivinado las intenciones del desdichado y reprime su respuesta llegando al momento cumbre de los síntomas de no: arquea la ceja derecha (la izquierda si es zurda) luego las dos, se abren los orificios nasales, se retrotraen las orejas, el pellejo facial se tensa como un tambor y los ojos parecen platos ensangrentados. Luego, paradójicamente, cuando parece avecinarse la tormenta, la mujer consigue inexplicablemente relajar toda la musculatura y exhibir una sonrisa irónica, semejante a un rictus mortis pero con sorna, que sólo cesa cuando, después de oír regar el rosal, la risita deja paso a un voluptuoso y vehemente –Claro... que no... con todas sus letras, con toda su crudeza...

Caso 2.

En este caso la consigna es la que sigue:

“Tesoro, ¿me puedo comprar una Palm?

Como observaran, es una pregunta corta y directa. Traicionera por dos motivos, porqué no le da tiempo de reacción y porqué no tiene ni zorra de qué es una Palm. Con todo, la mujer saca recursos de no se sabe dónde y, aunque desconoce la tecnología por completo, la intuye sobremanera y enseguida sabe que se trata de un artilugio complejo (más de dos funciones). La reacción es la siguiente: adopta una postura corporal defensiva, con la rodilla por delante. Arquea las cejas de nuevo. Se toca el anillo (si está casada, si no lo está se toca el lugar donde quisiera encontrarlo). Hace ver que piensa, aunque es obvio que ya tiene decidida la respuesta, y tras un apretón de dientes subrepticio adopta de nuevo el rictus mortis premonitorio y suelta categóricamente –Pues claro... que no... con todas sus letras, con toda su crudeza, culminando en un mordaz ...cariño...

Generalmente, después de tales situaciones el hombre insiste y la cosa va de mal en peor. Según Wallace (“El marengo no te va”, Arizona, 1986) el 93% de las mujeres, tras una discusión llaman a su hermana y si no está, o no tienen, llaman a sus padres y si no están, o no tienen, llaman a su amiga y si tampoco está, o tampoco tienen, se llaman a sí mismas y se ponen a llorar porqué comunican... en fin... corramos un estúpido velo.

Convendrán conmigo en que se trata de una materia de fundamental importancia, por lo que invito a los lectores a investigar por su cuenta y compartir con el resto sus averiguaciones. Se me podrá tildar de machista, pero no lo soy. Simplemente estoy a favor de la igualdad y por eso mi empeño se dirige a que las mujeres reconozcan de una vez que son animales como cualquier otro, cosa que el hombre hace tiempo que reconoció y de lo cual se enorgullece sumamente.

Atentamente,

Dr. J.Ullera (Catedrático y presidente de escalera)

P.D. Un lector de Minesota me pregunta como puede conseguir el permiso de su señoría para comprar una Palm. El secreto, estimado congénere, está en decirle a la parienta: "Cariño, ¿te puedo comprar una Palm? En hora y media se habra cansado del aparejo y podrás disfrutar de él por los días de los días... amén."

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