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malditosgusanos

La Caperucita de Perrol (una interpretación posible) 1ª parte.

Dr. J. Ullera

Mis incursiones en el mundo de la psicología y, más en concreto, en el campo de la hermenéutica se han reducido en los últimos años a escasos artículos como “Freud se escribe sin hache” (1994) donde planteaba una nueva definición del inconsciente como aquel que cruza el semáforo en rojo (y sin mirar) y “Psicopatología del compromiso”(1991, justo un mes antes de mi matrimonio) donde analizaba la locura transitoria y sus consecuencias.

Con todo, la casualidad quiso que el pasado mes de febrero el Iltre. Colegio de Doctores me invitara a dar una conferencia en la Casa del Oligofrénico, durante la celebración del vigésimo aniversario del sanatorio. Para tal ocasión desempolvé mis viejos apuntes sobre idiocia e imbecilidad y titulé la charla: “¿Quién es el tonto, eh?

A mi llegada a la institución descubrí consternado que la charla no iba dirigida al equipo médico sino a los usuarios-pacientes, con lo cual también descubrí que la respuesta a mi pregunta-título era que el tonto era yo y que debía, a la mayor brevedad, improvisar una charla sin ningún rombo intelectual ni palabras difíciles. La providencia me sugirió contar el cuento de la caperucita roja, de Charles Perrault, que sin saberlo entonces, habría de llevarme a iniciar una exhaustiva investigación de los resultados de la cual doy cuenta en el presente artículo.

El caso es que mientras me encontraba en mi púlpito recitando la famosa fábula opté por aprovechar el tiempo estudiando a la concurrencia, observando que la mayoría de idiotas se quedaban dormidos, babeándose los unos a los otros, antes incluso de que apareciera el lobo. Estaba yo también a punto de rendirme a los designios de Morfeo cuando, de repente, en la última fila advertí que uno de los mentecatos se estaba pelando la banana al gusto de la caperucita, o más bien del lobo, pues el desdichado, en plena orgía manual, aullaba a los cuatro vientos: el loooboooo... el loooboooo!!.. coño con el loooboooo!!.. el lobo es el coooñooooo!!!.. continuando con la letanía hasta culminar en un exabrupto furibundo y una corrida en la colleja del vecino de enfrente... En aquel momento pensé que no me había encontrado en una situación tan embarazosa desde que mi agregado en la universidad de Yale, Kensington Smith, confundió un espantasuegras con un supositorio en la fiesta del gobernador de Nebraska... pero esa es otra historia.

El director del sanatorio me explicó que aquel onanista delirante había sido ingresado años atrás por creerse sus propias teorías... cosa grave. Al parecer se trataba de un lingüista afrancesado que decía llamarse Jacinto Perrol y que aseguraba ser descendiente directo del mismísimo autor del lobuno relato. A pesar de que el director me advirtió de que se trataba de un caso perdido, la formidable desviación mental de dicho sujeto me llamó la atención y como no tenía nada mejor que hacer y odio a los franceses me decidí a psicoanalizarle.

Del análisis pormenorizado de aquel demente les ofrezco aquí unos extractos reveladores.

1ª sesión

Me encuentro con el Sr. Perrol en la zona ajardinada de la residencia. Desde lejos le veo bajo un alcornoque, observando un nido de golondrinas y practicando el cinco contra uno a la sombra del arbolito. Viste como los franceses: pantalón de pana, camisa a rayas y boina de fieltro. Sólo encuentro a faltar el acordeón colgado a la espalda y el bigote rizado en las puntas.

- Buenos días Sr. Perrol.

- Bon jour... ¿con quien tengo el gusto...?

- Me parece que con las golondrinas, pero si se refiere a quien soy me presentaré... Soy el Dr. J.Ullera, psicoanalista, entre muchas otras cosas. Le vi esta mañana en la conferencia. Al parecer le gustó... en especial el pasaje del lobo...- inquirí.

- ¿Conferencia? Se referirá al dichoso cuento... si quiere le cuento yo un cuento, de verdad mejor que el suyo...

- Que tiene de malo la Caperucita Roja?

- En realidad no es un cuento, es más bien un mensaje en clave. Mensaje además de contenido altamente perturbador y que pudiese herir la sensibilidad de muchas personas. En fin, que básicamente es pornografía encriptada bajo un sistema simbólico bastante primitivo... ¿Por qué demonios cree usted que un cuento tan estúpido tendría tanta salida entre los niños de tantas generaciones? Pues porque hay tema...

Mi sorpresa es mayúscula, no imaginaba una megalomanía como diagnóstico. Necesito tiempo para pensar. Desvío el tema: - ¿Qué quiere decir exactamente cuando habla de sistema simbólico?

- ¡Váyase a la mierda Doctor! ¿Usted quiere que se lo cuente o no?

- Si insiste...

- Pues venga, dele al manubrio, que esto es como un cinexín, si no le da a la manivela la película no rueda.

Pienso un rato y valoro que la historia puede valer la pena. Mi instinto científico me lleva a aceptar su demanda. Procedo como indica el demente, muy a mi pesar, dada mi condición de beato, devoto e impío. Al segundo, antes de desabrochar mi bragueta, Jacinto me vuelve a reprender.

- ¿Su manivela no desgraciado! ¿Quién va a contar la película? ¿Usted?

Entiendo... y procedo aún más disgustado. Me encomiendo a todos los santos y en nombre de la ciencia le agarro el apéndice peneano... Avergonzado murmuro: “que empiece ya, que el público se va...” La cara de Perrol es un poema, un poema malo, por cierto. Empieza su declaración tras un leve aahh!

- Todo empezó a mediados del siglo XVII...

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